Porque la noche no siempre alberga cosas aterradoras [Alys]

La luna pendía en el cielo como una hoz dispuesta a segar las nubes que la rodeaban y más abajo, sentado en el alfeizar de una de las ventanas de Bastión Kar, la observaba Jon Stark. En su mano descansaba un trozo de papel que se empeñaba en ondularse y tomar su forma anterior, cuando había surcado el aire atado a la pata de un cuervo. Fue justo después de cenar cuando un criado le tendió la misiva y en esa hora ya la había releído unas decenas de veces. No se trataba de una mala noticia. Su hermano Robb le invitaba a pasar unos días más en Invernalia y que se avanzara a los Karstark para pasar más tiempo juntos. No obstante Jon pensaba como redactaría una negativa que no fuera ofensiva para el heredero de los Stark, prefería viajar con su Casa de acogida y estar los días justo en la fortaleza donde creció.

No quería volver a enfrentarse a aquella mirada gélida ni a las palabras cortantes de Catelyn, si había aceptado ser el pupilo de Rickard fue precisamente por ese motivo. Pero por otro lado le gustaba pasar tiempo con sus hermanos, además de que no había visto a Bran después de que despertara tras la caída. También echaba de menos a Arya pero ella se encontraba en el sur. Por eso el enlace de Robb y Margaery le serviría para reencontrarse con ellos, también con su padre. Jon estaba decidido a hacerle aquella pregunta que había deseado formular desde que entendió su situación de bastardo, era hora de descubrir quién era su madre.

El chocar de unos zapatos femeninos, por el ruido que provocaban, contra la piedra hizo que girara el rostro hacia el pasillo iluminado por antorchas. Una figura se acercaba a él, no podía discernir mucho de ella pero supo de quien se trataba. Cabello oscuro largo, rostro alargado, cuerpo esbelto... no podía ser otra que Alys Karstark. De un salto se puso en pie, alejándose unos pasos de la ventana.

- ¿Alys?- sonó más a una pregunta que a un saludo, pues el joven norteño no habría esperado su presencia de noche. Pero por otro lado ese era el castillo de su padre, podía pasear por sus pasillos a su antojo. Jon tosió para aclararse la garganta e intentar pronunciar algo más.- No esperaba que apareciera alguien a estas horas y mucho menos vos.- a pesar de tener una amistad cercana con ella todavía seguía tratándola con el respeto que su estatus merecía. Aun así sonó algo brusco e intentó por tercera vez enmendar sus palabras.- Disculpadme, no os estoy recriminando nada. Yo soy el primero que no debería de estar aquí.- bajó la mirada y se encontró con el trozo de papel, así que la elevó de nuevo mientras lo guardaba en un bolsillo. Tenía que aparentar que la misiva le afectaba menos de lo que lo hacía realmente.

La luna brillaba de una forma diferente aquella noche. Su luz sobre las largas cortinas de la estancia provocaba difusos y extraños dibujos en el suelo, a los pies de la joven Alys Karstark. Pese a la hora que era, la muchacha no había podido conciliar el sueño. Permanecía sentada al borde de su cama, pensando en el viaje que emprendería en unos días. No había visitado Invernalia desde hacía casi diez años, y no podía recordar mucho; y lo que recordaba al pensar en el hogar de los Stark era a un muchacho tímido, reticente a bailar con ella, un muchacho que aquel mismo instante seguramente dormiría en una de las habitaciones cercanas.

El balcón tenía las puertas abiertas de par en par, pero el frío que entraba no molestaba a la joven. Siempre le había gustado aquel frío, esa era una de las tantas razones por las que en numerosas ocasiones había rechazado casarse con alguien de más al sur de Foso Cailin. Estaba completamente segura que, lejos de aquel frío, su vida sería mucho más triste y solitaria.
Durante un instante estuvo tentada de bajar de la cama y tocar el frío suelo con los pies, pero, tras haber querido bajar de un salto, sintió un extraño temor a caer o hacerse daño. Asustada, recogió las piernas y se abrazó las rodillas sobre la cama.

Muchas veces había querido averiguar el origen de aquellos irracionales miedos que la asaltaban. Se recordaba incluso un poco temeraria, nunca antes había sentido aquel extraño dolor de la soledad. Sus hermanos no entendían que ella era diferente, que no era un muchacho más con quien jugar y luchar como había sido en la niñez. La joven Dama del Invierno se había convertido en una mujer hermosa, pero con un terrible miedo a no ser vista como más que eso.

Respiró hondo y bajó de la cama. Dejó que el frío proveniente del suelo la atravesase, dejando en ella una extraña sensación agradable. Se envolvió en una fina bata color celeste sobre su discreto camisón gris y se puso los zapatos. Si quería conciliar bien el sueño debía primero encontrar aquel lugar que siempre la hacía sentir completa.
Su largo cabello suelto le hacía cosquillas en aquellos lugares que la parte superior de su bata no tapaba, pero intentaba apartarlo lo máximo posible para que no molestase. Al mismo tiempo, a sabiendas de que muchos en aquella fortaleza vigilaban cada uno de sus pasos, andaba delicadamente, e intentaba respirar de forma tranquila y silenciosa.

Al cruzar de un pasillo al otro en dirección a su lugar preferido, vislumbró una figura en la lejanía. La oscuridad hacía difícil saber a ciencia cierta de quien se trataba. Por un instante, dudó. Quería saber quien se hallaba allí, pero por otra parte sabía que si se trataba de alguno de sus hermanos las consecuencias podían llegar a ser terribles. Por un instante, dudó; pero al fin decidió hacer caso a lo que creía correcto y se adentró en las sombras de aquel corredor en dirección a la figura en la distancia.
Durante un momento no se dio cuenta de que avanzaba con mayor rapidez que en momentos anteriores, si que había desistido en su intento de pasar desapercibida. Pero había valido la pena por la persona que se encontraba allí.

-¿Jon?-preguntó. Sabía perfectamente que se trataba de él, pero quería parecer que ni siquiera lo había visto.-Yo tampoco esperaba encontrarme con nadie, te creía dormido.-la forma que tenía de hablar con ella no había cambiado en absoluto. Alys no quería que la tratase de "vos", pero él insistía.-No hay nada que disculpar. Y, por favor, deja de tratarme de vos. Tutéame, al fin y al cabo ahora vives aquí, prácticamente eres un Karstark más.-no se dio cuenta de lo que había dicho hasta que fue tarde. No pretendía hacerle creer que lo veía como un hermano, porque la realidad era demasiado diferente. Avergonzada por sus palabras, se mordió el labio inferior y agachó la cabeza, esperando que lo que había dicho inconscientemente no le trajese problemas.